A la vista de esta periapical poco podríamos decir qué pieza es el origen del dolor que motivó la consulta urgente de un paciente adulto. Puede afirmarse que en esta imagen diagnóstica no se aprecia ningún cuadro dental típico por lo que se pudiera pensar en otros tipos de patologías que pudieran producirle dolor en la zona del maxilar al paciente (lo que a los sanitarios nos gusta llamar diagnóstico diferencial.)
Ante la insistencia del paciente que venía de haber peregrinado durante más de tres semanas por los distintos centros de urgencias de la zona (sin resultado más efectivo que el par de horas de alivo tras cada intramuscular que le colocaban) me pide que le extraiga la pieza.
He de admitir que pensaba que era una cuestión de sobrecarga por apretamiento combinada con un estado estresado del paciente (el cual, incluso aquejado de dolores no dejaba de atender y llamar por teléfono encargando algo para su negocio de manera urgente). Es conocido que el estrés disminuye el umbral del dolor (hace que nos duelan cosas que normalmente soportamos) y de ahí la ponderación en la sintomatología de la que mi paciente aquejaba.
Tomé la precaución de anestesiar previamente al paciente y una vez le hizo efecto la anestesia examiné la pieza. No me llevó ni cinco segundos dar la razón al paciente y realizar la extracción dental.
En estas imágenes se aprecia perfectamente cómo el paciente había fracturado verticalmente la pieza con la mala fortuna de atravesar la cámara pulpar por lo que el dolor que estaba sintiendo debía de ser realmente apabullante.
Al terminar mi trabajo mi paciente me contó cómo, años atrás había partido también otra pieza homónima a ésta en el otro lado y que por éso había sabido reconocer los síntomas. Remató mi paciente la faena diciéndome que yo (y en general todos los médicos que le había atendido) sabrían mucho de Medicina, pero que él, como en el dicho, sabía más por viejo que por diablo.
Dejo aquí esta pequeña reflexión para que nos sirva de recuerdo a los sanitarios sobre la necesidad de saber mezclar los conocimientos médicos con la suficiente empatía que nos permita entender al ser humano que acude a nosotros pidiendo ayuda para solucionar un problema.
Un saludo cordial.
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